OPINIÓN: Por qué el caso Szájer no debe hacernos puñetera gracia, por Pablo Morterero*
Lo reconozco. Cuando leí por primera vez la noticia de que el eurodiputado húngaro Szájer había sido pillado en plena orgía gai en el centro de Bruselas, no pude contener la risa. Heraldo del LGTBIfóbico gobierno del primer ministro Viktor Orbán, redactor de un infame artículo de la Constitución magiar en la que establecía el matrimonio exclusivamente entre un hombre y una mujer (entendiendo como tales los que así fueron registrados de bebé, pero eso es otro tema), no dejaba de tener su miaja que fuese más maricón que un palomo cojo, casado con mujer (como dios manda) y con hijos, eso sí. Pero han pasado varios días, y esa risa se ha ido transformando en mi boca en un amargo sabor a ceniza. A ojos de la mayoría de la población, esa orgía bruselense es la muestra palmaria de la inmoral conducta de los gais, mentirosos, promiscuos e irresponsables. Lo censurable de ese encuentro no era que en el mismo se mantuviese sexo en grupo, ni que entre sus participantes hubiese miembros del est